Brattirò e la sua storia. Vidas en medio de las montañas.
Finalmente
llegué a la estación de trenes de Tropea. A pesar de ser una ciudad
turística, no
resulto una tarea sencilla,
ya que mi arribo se produjo luego de tomar un autobús
y tres trenes; 4:30hs de viaje, de las cuales 2:29 fueron de espera
entre transporte y transporte. Si bien Tropea merece la pena ser
visitada por sus increíbles
playas, estas ciudades las incluí en mi recorrido por su
valor sentimental, para poder volver a la
tierra de mis abuelos.
Me
recibió Gerry,
quien vendría a
ser algo así
como hijo del primo de mi abuela, o nieto de mi bisabuela (que creo
es lo mismo).
Gerry
aparenta ser electricista, al menos con eso se gana la vida. Pero su
pasión, la cual lleva a cabo, es cantar. Junto a su banda, Officina
Kalabra, se encarga de difundir la música
típica de la
región. En general, el trabajo en esta zona no abunda, y a veces
resulta difícil
conseguir el dinero necesario para sustentarse. Por momentos, la vida
también es dura,
y monótona, pero
la satisfacción
de Gerry, es cuando llega ese concierto de fin de semana, o la época
de gira, y a veces decenas, otras cientos, y hasta incluso miles,
aclaman desde abajo del escenario que siga cantando.
Él
vive en Brattirò, un pueblo de 800 personas perteneciente a la comuna
de Drapia, donde me estoy alojando y en el que nació mi abuela y mi
tía. Aquí, seguramente si me asomo por la ventana y le pregunto al
primero que pase, me responderá
que es un pariente. El dueño del Bed and Breakfast es de apellido
Vallone, no se si tendré
alguna relación con él, pero ese es el apellido de mi bisabuela.
Para
mi sorpresa, en este pequeño pueblo, como no podía
ser de otra manera, vive Martín, de Almagro. Un Argentino
perdido en un pueblo en medio de las montañas, donde ni siquiera
llegan los transportes públicos.
Su vida: envidiable para muchos. Hace diez años que vive de verano,
viajando entre Buenos Aires y Tropea. Su trabajo: más envidiable,
sentarse a tomar sol, y vigilar que a la gente no le pase nada dentro
del mar hermoso y tranquilo mar de Tropea, osea, guardavidas. Como el
dice, a los italianos los vuelve locos con sus bromas y su
interminable energía.
Cuando no puede hacerlo en Argentina, transmite en Calabria la
alegría de los
murgueros. Solo nos conocimos tres días,
pero doy fé, que los inviernos, durante su ausencia, el puesto de
generador de sonrisas queda vacante.
Claro,
nadie esta exento
de los problemas cotidianos, y sus responsabilidades son mayores a
las que cuento. A veces, cuando no hay
giras ni turistas, si el dinero no alcanza, hay que levantarse
temprano para ir a cosechar al campo. Pero
cada tanto es
lindo imaginarse, y envidiar una vida que parecería
perfecta.
Martín
y Gerry no son parientes, pero comparten el mismo apellido: Ambos
Rombolá, como también
se apellidaba mi abuela, como también
se llama el dueño de la
carnicería del
pueblo, como se llama el bar del pueblo (Por ende sus dueños), y
como se debe llamar la mitad del pueblo que
no se apellida Vallone.
La
noche de mi llegada, fuimos a comer con Gerry a Tropea, al
restaurante de su hermano. Como era de esperarse, me sugirieron comer
los platos tipicos de Calabria. Primero una tabla de fiambres:
Longanizas, quesos, jamon crudo, aceitunas, etc. A la que luego se le
sumaria otra con porotos, tortilla, unas albondigas de arroz,
morrones con papas, papas con tuco y, si no me quivoco, tripa. Como
buenos Calabreses, todo en abundancia.
El
primer plato (y ultimo) seria de Filei, unos fideos tradicionales de
esta zona. Me preguntaron si comía
picante, porque en Calabria se come mucho picante, y el tuco
tradicional era picante. Mi respuesta fue "Si,
sono abituato a mangiare picante, mangio molto picante".
Es verdad, como mucho picante, y aparte, como descendiente de
Calabres, mi respuesta no podía
ser otra. Con
una sonrisa picara me sirven el plato de pasta. Segundos
después
de empezarlo a comer no podía
creer como puede haber gente que coma TAN PICANTE! No
se bien que contiene el Tuco, ragú, o succo (en dialecto), me
dijeron que carne picada, pero parecía
que fuera solamente ají
picado y un poco de salsa de tomate.
Al
día siguiente, Cosme (el dueño del hostel) me lleva a visitar
Tropea, y luego a su casa, a conocer a su familia, quienes
seguramente podrían
orientarme un poco más sobre los lugares donde habitaron mis
familiares. Al
ingresar, lo primero que observo es un cuadro, con velas y flores,
formando un pequeño pero vistoso santuario, el de la foto no se
llama Jesús ni María, sino Diego Armando Maradona. Como
era hora del almuerzo, me invitaron a almorzar.
Entre
ellos se encontraba su padre, "el doctor Vallone", nombre
que pongo entre comillas, porque si en el pueblo se pregunta a
cualquiera por el doctor, no habrá
confusiones de que persona se esta hablando. Pasquale Vallone nació en Brattirò en 1945. Por cuarenta años ejerció
la profesión de medico, pero paralelamente realiza su otra vocación:
Escribir. Y entre sus libros, se encuentra uno llamado "Brattirò e la sua storia",
donde, luego de un gran trabajo de investigación,
el doctor escribe en 260 paginas la historia del pueblo desde sus
orígenes
hasta la actualidad. Una gran obra para los locales, que entre sus
paginas tiene peculiaridades como una lista con todas las personas
que emigraron de Brattirò (con su destino incluido) y otra con los
apodos comunes del pueblo. Aunque parezca extraño, aquí,
y en los pueblos cercanos, si preguntas por una persona indicando su
nombre y apellido, tal vez no la reconozcan, pero si brindas su
apodo, por más que haya emigrado o fallecido hace medio siglo atrás,
lo recordaran fácilmente.
Al
rato llego Mariana, una prima de mi abuela. Ella me llevaría
a conocer los campos que en algún momento pertenecieron a mi abuela
y su familia.
Mariana
en la década del '80
viajo a la Argentina. En esa época
ya a muchos los sorprendía
que todas las mañanas se levantaba a trabajar su campo. Los años
pasan, pero casi tres décadas
después,
como hizo toda su vida, y con la misma vitalidad, ella se sigue
levantando a trabajar la tierra.
Me
habla en dialecto, el resto de las personas de la casa le aclaran que
seguramente no entiendo, a lo que ella responde: El entiende
italiano. Realmente a pesar del esfuerzo que hago, solo comprendo
algunas ideas generales, pero aún así intento mantener una
conversación. ¿Como le explico
que ESE no es el verdadero italiano, y que me tiene que hablar en el
que yo aprendí,
en aquel que se habla por la Toscana? ¿Como le justifico que las
palabras masculinas terminan en "o" y no en "u",
y al tuco se le dice "ragú" y no "succo"?
¿Cual es el verdadero
italiano?¿Hay uno verdadero, o solo un consenso para unificar?¿Dante
Alighieri habrá
visitado La Calabria?
Sea como sea, el embutido tipico de la región es la Nduja, palabra
que no parece ser italiana, pero que por más vueltas que se quiera
dar al asunto, siempre va a ser Nduja.
Mariana
me lleva a conocer a Pietro, el tío
de Gerry, quien me invita a
regresar
su casa a la noche para
cenar.
A la hora de la cena volví
para comer pizzas. Para mi sorpresa, pero como es habitual acá, me
explican que los ingredientes de la pizza, junto a los fiambres y el
vino, eran todos elaborados por ellos. Salvo la harina, ya que hace
algunos años dejaron de utilizar el molino con el que años atrás
la hacían.
Pietro, su mujer y Mariana |
Antiguos campos de mi abuela. |
Con
Martín en su ciclomotor visitamos localidades costeras vecinas, y
desde la playa me indico en el mar el volcán Stromboli y las costas
de Sicilia. Gerry mientras organizaba sus recitales, los pueblos de
montaña. Cosme, la turistica Tropea, y Mariana la campaña.
Gerry,
Cosme, Martín y Mariana,
todos me llevan a conocer un poquito de la región, Brattirò, Tropea,
Capo Vaticano, los campos de mi abuela... Todos comparten conmigo un
poco de su tiempo. Pero la vida sigue, y Brattirò y Tropea van a
seguir siendo las mismas. Cada uno me explica un poco sobre la vida
aquí. Por ejemplo, que la vida se divide por temporadas, y el
trabajo (que no abunda) es un factor determinante: esta la temporada
de verano, cuando llegan los turistas a las hermosas playas de agua
transparente. Los alojamientos repletos, y las calles llenas de
gente. Otra temporada importante, donde solo están
los locales, es la de cosecha de las tierras. Y una tercer temporada,
el resto del año, donde solo se espera que llegue la siguiente.
Si
tenes suerte, con el verano podes hacer una diferencia para vivir el
resto del año, sino, hay que continuar en el campo.
Capo Vaticano. |
Enfrente, Sicilia. |
De fondo, el volcán Stromboli. |
La
última noche, camino con Gerry por el pueblo, a medida que avanzamos
me va señalando distintas casas: "¿Ves
esa? allí hace varios años que no vive nadie" "Y esa
otra... Los dueños solo regresan en verano" "¿Y ves esa,
aquella y la de allá? Todas a medio construir, ¿sabes
porque? porque los padres las hacen para sus hijos, solo la dejan sin
marcos,puertas y azulejos, para que los elijan ellos. Los años
pasan, y las casas siguen sin terminar, porque ellos eligen irse a
trabajar, o estudiar al Norte"
La casa de mis abuelos. |
En
Brattirò, mucha
gente se va, y algunas vuelven. El trabajo se va, y generalmente, con
mucho esfuerzo lo hacen volver. Pero no siempre es posible, y por
eso, muchos, principalmente los jóvenes,
se van a buscar el progreso, a lugares lejanos. Paradojicamente, como
hace más de medio siglo atrás
le sucedió
a mis abuelos y a tantos otros, la decisión
sigue siendo la misma: optar por emigrar al Norte, o al extranjero.
En Brattirò, como en toda Drapia, desde 1920, la población solo
desciende. Sus habitantes lo saben, pero los que optan por quedarse,
comprenden que hay que seguir cultivando los campos, y aprovechando
la belleza de sus tierras que cautiva a los turistas.
La
monotonía
abunda, pero algunos, los mas audaces, pueden aferrarse
a los sueños y
vivir en una playa para muchos paradisíaca,
ser músicos
aclamados en festivales regionales, o escribir un libro.
❤
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