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Baños: Un día en la selva.

Aprovechando que nos encontrábamos en Baños, decidimos realizar la tan promocionada excursión a la selva amazónica ecuatoriana. Este tour no se encontraba en nuestros planes pero decidimos hacerlo ya que sabíamos que  en todo nuestro viaje sería el lugar donde más cerca estaríamos de ver el Amazonas.


Optamos por realizar el recorrido de un día, por lo tanto, en rigor de verdad no nos adentramos en el corazón de la selva sino que el recorrido se realiza por lo alrededores de Puyo, ciudad considerada como la puerta de entrada al Amazonas Ecuatoriano.

Partimos de la agencia, donde nos brindaron unas botas, y la primer parada que realizamos fue para observar el río Pastaza. Este es parte de la red fluvial del Amazonas, siendo un afluente del río Marañón, que posteriormente desemboca en el río Amazonas. A su vez, se presentó ante nosotros nuestro guía principal, quien tenía un sentido del humor bastante particular, difícil de comprender principalmente para los que no eran hispanohablantes.


Continuamos viaje hasta las afueras de Puyo, donde visitamos el zoo-refugio Tarqui, un sitio donde se protege a distintas especies animales rescatadas del tráfico ilegal u otra situación que tornan difícil (o imposible) su reinserción en la naturaleza. Aunque sea fuera de un hábitat natural, tuvimos la posibilidad de ver gran variedad de animales oriundos de la selva amazónica como caimanes, monos, jaguares, tapires, etc.







Finalizada la visita al refugio, subimos a la camioneta y viajamos hasta la orilla de un río (creo que el río Puyo), donde nos brindaron chalecos salvavidas y subimos a unas canoas de madera para dar un paseo de aproximadamente media hora.








Al bajar de la canoa, la camioneta estaba esperándonos para que tomemos las botas y comencemos a caminar por la selva. Bastó solo con pisar el primer charco de agua para notar que las mías estaban rotas. Imaginé que no tendrían un par de repuesto, y como estábamos realizando una actividad de contacto con la naturaleza, decidí no hacerme problema y seguir caminando.  Mientras caminábamos los guías comienzan a contarnos sobre propiedades de elementos de la naturaleza. Por ejemplo, las hojas de un árbol que estampan la tela al apoyarlas, o la arcilla del río con propiedades rejuvenecedoras de la piel, habitualmente utilizada en spas, acá la tienen al alcance de sus manos.





Llegamos a hasta un árbol gigante para lanzarnos de una liana al estilo Tarzán. Aunque hay que aclarar que la liana era de acero y poseía un fierro atravesado para trabar las piernas. De todas formas, no hay que tomar a la ligera columpiarnos en ella, ya que opino que al no poseer ninguna medida de seguridad, cualquier mínimo error prácticamente acabaría con nuestras vidas.

Continuamos caminando hasta la cascada “Hola Vida”, donde ingresamos al agua de la pequeña laguna formada por la caída.  Comenzamos el retorno y empieza a llover intensamente. No duro mucho, solo lo suficiente para comprobar el clima cambiante de la selva.







Finalmente llegamos a la comunidad Kichwa de turismo comunitario “Sacha Wasi” , en la cual almorzamos una sopa y carne con arroz y garbanzos. Posteriormente conocimos a los habitantes de la comunidad, que algunos lucían un particular atuendo compuesto por prendas típicas de su cultura, con modernos pantalones de fútbol. Nos enseñaron a lanzar con la cerbatana, luego nos hicieron beber chicha y finalmente unas niñas vestidas con prendas tradicionales ofrecían pintarnos la cara a cambio de unas monedas. Esta parte del recorrido es la que previamente más expectativas me generaba, por la posibilidad de interactuar con los miembros de la comunidad, y fue la que más me decepcionó. Luego de tomarnos unos minutos destinados a comprar artesanías, subimos a la camioneta y finalizamos nuestro recorrido en el centro de Baños.







Algunas consideraciones sobre la visita a la comunidad.

Reconozco que finalice el día (y volví del viaje) disconforme, ya que sentí que la experiencia vivida no fue completamente auténtica. Deseaba escribir un artículo exclusivo sobre los motivos de estos sentimientos, pero al averiguar que veinte familias viven gracias a esta comunidad turística en particular, y muchas más por otras que se encuentran en los alrededores, desistí de hacerlo. Me resulta extremadamente difícil criticar sabiendo cuántas personas subsisten de esta forma mientras yo escribo quejas desde la comodidad de mi departamento. Pero aún así, de manera respetuosa considero necesario expresar algunas opiniones:

Es una obviedad decir que creo que la visita es completamente armada para el turismo. Ya que somos todos turistas quienes llegamos allí. Pero lo que se mostraba sentí que era aquello que el turista quiere ver y no necesariamente la realidad. Por ejemplo: nunca terminé de comprender la vestimenta. Algunos vestían ropa tradicional, otros no se diferenciaban de nuestro atuendo, y un par lucían un “collage” de ambos. ¿Acaso todo el dia visten así? ¿Solo lo hacen en el horario de visitas de turistas? ¿Se visten así solo como parte de su trabajo ya que los turistas esperan ver a alguien en taparrabos, vincha y plumas? ¿O es una forma de mostrar su cultura, más allá que el resto del dia usen o no la misma ropa? Me hubiese gustado que cuenten un poco de esto para comprenderlo.

Por otro lado, no contaron sobre sus costumbres, como logran hacer interactuar sus tradiciones ancestrales con la cultura moderna, el motivo por el cual se abren a trabajar con el turismo ¿Es para transmitir su cultura?¿como medio de subsistencia?¿o ambas?, etc.

Yo fui buscando escuchar un poco sobre la comunidad y su forma de vida, costumbres, tradiciones, etc, y así aprender. Por eso intente hacer preguntas básicas, como por ejemplo si ellos vivían ahí o en otro sitio, o si más allá de la comunidad turística, en el día a día logran mantener sus costumbres y formas de vida , pero todas sus respuestas fueron cortas y evasivas, e incluso en algunas ocasiones me dio la sensación que el guía intentó evitar que hable demasiado con las personas de la comunidad. 

Tal vez la mayoría de quienes los visitan buscan solo la experiencia de ver a alguien en taparrabos que le enseñe a lanzar su cerbatana, o en algunos casos  viajan a la selva solo para probar ayahuasca. Tal vez los miembros de la comunidad se encuentran conformes transmitiendo eso y ven que es la mejor forma de preservar su cultura y mostrarla al resto. Yo particularmente esperaba algo distinto. Considero que una interacción como la que realizan con los turistas es riesgosa, pudiendo convertirse la visita a la comunidad en un “safari humano” donde vamos a fotografiar “personas distintas o exóticas”, donde se “actúa” para conformar al consumidor, y los niños te pintan la cara por una propina. 

Es un debate difícil, ya que muchas familias recurren a ingresar al ámbito del turismo como método de subsistencia. Pero creo que si se pierde demasiado el eje, y se vuelve solo en una actividad mercantil, a largo plazo esto puede ser perjudicial para la comunidad, el ambiente (naturaleza incluida), e incluso denigrante hacia quienes lamentablemente terminan siendo marionetas del turista o de una agencia de turismo a cambio de subsistir.

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