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Río de Janeiro. Lo turístico y algo más... (O algo más y lo turístico...)

Algo más…

Con esta nota no busco innovar, ya que es difícil hacerlo al hablar de una de las ciudades más visitadas de América Latina (y obviamente de Brasil), y para ser sinceros, mi viaje fue bastante tradicional: una semana con amigos para disfrutar del carnaval y la playa. 


Pero a pesar de lo acotado del mismo, Río de Janeiro me sorprendió, ya que pude notar algunos detalles de la ciudad que en general pasan desapercibidos en las guías de viaje o artículos que suelen hablarnos de playas, bares, carnaval y un limitado circuito cultural. Osea, si esperas encontrar referencias sobre qué playa es mejor, o a que discoteca recomiendo ir, acá no encontrarás una palabra de ello.

Tuve poco tiempo para salir a recorrer la ciudad, ya que los pocos días que estuve se fueron en visitar las principales playas, realizar el city tour tradicional, y visitar algunos lugares cercanos como Ilha Grande. Es por esto que solo me quedo libre el último día, que coincidía con el festejo de carnaval.



A diferencia de lo que esperaba encontrarme, por momentos arrastrado por una marea humana, logré observar una ciudad con una riqueza arquitectónica mayor a la que parece mostrar el modelo armado para el turista. La mayoría de esta riqueza se encuentra oculta frente a nuestros ojos, en pleno centro de la ciudad, centro muchas veces no visitado, reducido a Lapa y Santa Teresa, o quedando relegado por los barrios costeros como Copacabana, Ipanema y Leblon.

Por ejemplo, el barrio de Lapa, destacado por su estilo bohemio, sus bares y música, aparte de los famosos Arcos y la escalera de Selarón, si levantamos un poco la vista incluso mientras disfrutamos de su vida nocturna, podemos ver una combinación de edificios modernos y otros coloridos con un predominante estilo italianizante que mezclan rasgos renacentistas y barrocos. Sin dudas, vale la pena conocer Lapa de noche, pero también merece destinar al menos un rato durante el día.




En el centro, en la zona de Cinelandia, frente a la Plaza Floriano me deslumbre al ver el Teatro Municipal, inaugurado en 1909, y realizado por el arquitecto francés Albert Guilbert, quien se inspiró en la ópera Garnier de París. Sin dudas a la hermosura del edificio, aporta un plus el techo y las cúpulas de color azul con detalles dorados, muchos de ellos realizados en láminas de oro de 23 kilates. Un gran águila también dorada corona el edificio. A pesar de su belleza exterior, su interior es igual o más sorprendente.



Alrededor de la plaza, también es posible observar la Biblioteca Nacional de Brasil, la más grande de Latinoamérica; la Cámara Municipal y el Museo Nacional de Bellas Artes. 


Aún en el centro, la iglesia de Santa Luzia parece sobrevivir a la modernidad solitaria en una manzana, rodeada de edificios, y a poca distancia Nossa Senhora do Bonsucesso forma parte de un gran complejo junto con la Santa Casa da Misericordia do Rio de Janeiro.




Yo no pude ir, pero vale la pena acercarse a conocer otros edificios históricos de la ciudad como el Palacio Imperial, un edificio colonial que cumplió varias funciones: casa de los gobernadores, luego Palacio de los virreyes hasta 1808 que fue momentáneamente Palacio Real, cuando los reyes portugueses debieron exiliarse en América, convirtiendo a Río de Janeiro en la única capital Europea fuera de Europa. Una vez independizado el naciente Imperio de Brasil, pasa a ser Palacio imperial, y sede de eventos destacados como la firma de la abolición de la esclavitud, la cual jugó un rol muy importante durante la colonia. Como muchos edificios de América que eran parte del poder colonial, con la caída de la corona este palacio pasó a ser usado para diversas funciones, quedando en el abandono al punto de casi ser demolido, hasta llegar a su función actual como centro cultural.

Cerca del Palacio se ubica la iglesia Nossa Senhora do Monte do Carmo, la cual cobra importancia con la llegada de los emperadores portugueses, primero como Iglesia Real, siendo el único templo americano donde se realizaron coronaciones de monarcas europeos. Tiempo después pasa a ser Catedral de la ciudad, título que perdió con la construcción de la actual Catedral São Sebastião. Personalmente mi gusto arquitectónico conservador se queda con la vieja construcción.

Siguiendo el desorden urbano de Río, es posible encontrarse con lugares que terminaron rodeados por la ciudad como el Convento de Santo Antonio , la Iglesia de Santo Antonio y la Iglesia Sao Francisco da Penitencia, todos parte de un mismo predio.

Rio se destaca por poseer varios fuertes que protegen la bahía de Guanabara, algunos construidos en la época de la colonia portuguesa como los fuertes São Joao, São Luiz, Santa Cruz y de Leme, y otros que datan del siglo XX, como el de Copacabana.

Aunque estos últimos podrían entrar en la lista de los lugares más turísticos, creo que están en un nivel intermedio, y se trata del Jardín Botánico, un inmenso parque que contiene alrededor de 9.000 especies de plantas. 




Y la laguna Rodrigo De Freitas, un lugar al que de verde le queda poco, ya que quedó rodeada del pavimento de la ciudad, pero muy utilizado para actividades deportivas y para relajarse junto al agua.




Lo turístico…

Luego de estos ejemplos, es imposible no nombrar aquellos hiper turísticos, que se encuentran en cualquier paquete de visita por la ciudad.

Cristo Redentor

Sin dudas es la clásica postal o imagen mental que primero asociamos con Río de Janeiro. Se terminó de construir en 1931 en la cima del monte Corcovado uno de los puntos más altos de la ciudad. Contando su base, posee 38 metros de alto, y 28 de ancho en sus brazos abiertos. Es una de las siete maravillas del mundo moderno junto con Chichén Itzá, El coliseo, Machu Picchu, Petra, la Muralla China y el Taj Mahal. Aunque no es tan fácil de predecir, la neblina por momentos puede complicar la visión, ya sea del Cristo (aún estando frente a él) como la panorámica de la ciudad.


Pan de azúcar o Pão de açúcar

Otra montaña (o morro) famosa de la ciudad donde es posible llegar a su cima de casi 400 metros en teleférico y tener una excelente vista de la “Cidade maravilhosa”.



Estadio Maracaná

Para los amantes del fútbol, esta es una parada obligatoria. Aunque actualmente su capacidad se redujo a casi un tercio, tiempo atrás era el estadio más grande del mundo con capacidad para alrededor de 200.000 personas. 



Sambodromo

Otro estadio, pero en este caso para las comparsas y para alojar al carnaval, aunque también es utilizado para la realización de recitales y otros eventos.. Oficialmente se llama Sambódromo da Marquês de Sapucaí y posee una capacidad para 80.000 espectadores.



Catedral Metropolitana o de São Sebastião.

Hay un dicho que dice que sobre gustos no hay nada escrito. Aunque sabemos que no es así, ya que en realidad está todo escrito. São Sebastião me recuerda mucho al santuario della Madonna delle lacrime de Siracusa, en el sur de Italia. Ambas se construyeron entre la décadas de 1950 y 1960, así que esto me hace pensar que fue un estilo replicado en esa época.



Me considero más clásico en mis gustos arquitectónicos, principalmente en iglesias, por lo tanto soy bastante reacio a poder halagar esta Catedral. Pero más allá de eso, es de destacar su forma cónica y su tamaño, con capacidad para 20.000 personas paradas. También son dignos de apreciar sus grandes vitrales que la atraviesan verticalmente, y la cruz en su techo. Antes de ingresar, es posible observar una estatua de Juan Pablo II.



Arcos de Lapa

Un acueducto estilo Romano en pleno Río de Janeiro. Fue construido en 1744 para solucionar los problemas de agua tomando la misma del río Carioca. Se la considera la obra de ingeniería más grande realizada en Brasil durante la colonia.


Escalera de Selarón

En el barrio de Santa Teresa una colorida escalera conduce al convento homónimo. Jorge Selaron, un artista chileno, en la década del ‘80 luego de recorrer más de 50 países se fue a vivir a Río de Janeiro y decidió homenajear a la ciudad decorando esta escalera de 125 metros y 215 escalones con cerámicas con los colores de Brasil y posteriormente con azulejos decorados que conseguía, por ejemplo de donaciones llegadas de todo el mundo. Desde que comenzó a decorarla, nunca paró de realizar modificaciones hasta el día de su muerte, cuando misteriosamente apareció sin vida en la misma escalera.






Muchos más lugares podrían nombrarse. Rio es una ciudad que superó mis expectativas aunque lamentablemente no pude explorarla como corresponde. Merece la pena de ser visitada con ojos un poco más profundos, y tomarse unos días de más para ver aquello que sale del circuito clásico, y en su mayoría se encuentran en el centro de la ciudad. También es verdad que es una ciudad muy grande y sus casi mil favelas generen un poco de miedo al desplazarse y por eso se termine por ver sólo aquello tradicional, pero con precaución, como en toda ciudad grande es posible visitarla sin problemas. De todas formas, la mayoría de los lugares nombrados se encuentran en pleno centro, o son lugares muy turísticos, por ende seguros para pasear.



Para finalizar, aunque parezca un poco desentonante con el resto de la nota (Por eso lo escribo acá abajo), no quiero dejar de mencionar un tipo de recorrido del que no habla, y se trata de los “Favela Tour”, mediante los cuales es posible adentrarse en algunas de las favelas más grandes como Rozinha. Si bien se que muchos de ellos (quizá todos, no lo sé) tienen como objetivos mostrar una imagen positiva de estos barrios, y el dinero obtenido sirve para ayudar a la comunidad, no estoy de acuerdo con este tipo de turismo, donde el objetivo es ver personas a mi entender (y sin intenciones de ofender a nadie ni criticar a quienes lo hacen) como si fuera un zoológico o safari humano.

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