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El día que Trani se convirtió en Bari. El día que Bari no me dejó ir a Trani.

19 de mayo de 2013

Seguramente, en un tiempo, cuando vuelva a leer lo que estoy escribiendo, todo me parecerá exagerado. Pero al estar iniciando el viaje, cada paso me sorprende, y me brinda una experiencia nueva. Esto me sucedió en Bari.


Me levante temprano, con una jornada planificada: Un pequeño paseo por la ciudad, y el resto del día en Trani, para conocer el pueblo y su catedral, muy hermosa según dicen.

Camine al centro de  Bari, ya que lo visité la noche anterior, pero con poca luz y sin la oportunidad de sacar una foto. Imaginaba el tiempo que demandaría, y en lugar de partir a las 11, decidí ir a Trani a las 14, ya que considere que con visitarla dos o tres horas era suficiente, y no podía irme de Bari sin recorrerla.

Comencé el recorrido por los alrededores de la Universidad Aldo Moro (De las más importantes del sur de Italia) y luego por "via Sparano", peatonal donde se ubican los negocios importantes y punto de reunión de la juventud, para terminarlo en San Nicola de Barí (La iglesia más importante de la ciudad) o en alguna otra parte de la ciudad vieja, según que encuentre primero.

Llegando al final de la peatonal, la acumulación de gente, y el ruido a motores, me indican que los autos de exposición que vimos el día anterior, hoy se encontraban girando por un circuito callejero. Se trataba de autos antiguos, en general de carrera, y muchos de Formula 1.

Me entretuve bastante con esta exhibición, pero finalmente seguí caminando, buscando como avanzar entre las calles cortadas por la carrera. Acá también comenzaría a notar más turismo. Claro, estoy saliendo de la olvidada Marche y el exótico Gargano.







Tratando de recordar los lugares visitados el día anterior, llegué al Castillo Svevo, una fortificación bastante sencilla, realizada por una persona que cada vez escucho más seguido, Federico II.

Según se cuenta, actualmente en el pasto de la fosa del castillo, los jóvenes aprovechan para jugar al fútbol. Se comenta que Antonio Cassano, importante jugador de Italia, habría pasado su infancia jugando aquí.

El mismo se encontraba abierto, por lo que aproveche para ingresar. Basto decir que soy estudiante de historia en la Universidad de Buenos Aires y poner cara de desentendido, para no pagar el euro cincuenta que cuesta la entrada.










Mi llegada a la Catedral de la ciudad coincidiría con la misa del domingo, por lo tanto, aproveche para presenciar un rato la ceremonia, y luego seguir camino a San Nicola, la principal iglesia de la ciudad, dedicada a su santo patrono. De allí, me dirigí a las angostas calles de Bari Vecchia.

Bari Vecchia.

Como dije al principio, seguramente más adelante todo esto me parezca normal, pero al ingresar en la ciudad vieja de Bari, supe que  la visita a Trani quedaría postergada. Comencé a caminar por sus  calles pequeñas y pasadizos, los cuales en general cuentan con la figura de una virgen para brindar protección a quien lo atraviesa de noche. Esta pequeña zona de la ciudad, amplifica todos los pensamientos que podamos tener del sur de Italia.



Es domingo, en las calles las mujeres (Abuelas, madres, hijas) mientras se pelean con las palomas que se los roban, preparan orechini de semola, la típica pasta de la región, para comer al mediodía con la familia. Si el tiempo es bueno, desde la noche anterior, se pueden ver los tamices con las pastas secándose hasta el mediodía siguiente.

Una mujer, en plena pelea con las aves, me pregunta de donde soy, y ante mi respuesta, me dice si no me las quiero llevar para Argentina. Luego sonreir y responder que en nuestro país ya tenemos muchas, seguí caminando, pero tentado de comer un plato de pasta.

Me encontraba fuera de la ciudad vieja, pero me frene y volví sobre mis pasos para preguntarle a la señora donde podía encontrar un restaurante donde comer los orechioni caseros que hacían ahí, o alguna familia que me venda un plato ya preparado.


Rápidamente, la señora me dice que a los de ella les falta un poco, pero que igual pase a comer a su casa. Mientras se preparan los orechioni, me hace sentar, pregunta que deseaba para beber y acerca un plato con dos pedazos de carne con tuco, la cual prácticamente se cortaba sola, sin la necesidad de un cuchillo.

Mientras estoy comiendo, comienza a presentarme a su familia, y me sirve un plato de Parmigiana (berenjenas fritas con queso), y una bandeja con puré de semola, y si no me equivoco, alcauciles con aceite de oliva. Mientras sigo sorprendido por la cantidad de comida, la abuela comienza a contarme como organizan las comidas de la semana, y que a pesar de que algunas costumbres se van perdiendo (como comer todos juntos), cada día de la semana cuenta con una comida especifica.

Me cuentan de sus vidas, de la mala situación económica por la que atraviesa Italia, el Sur, y su familia. Como esta situación esta generando cada vez una inseguridad mayor, lo que hace que por las noches no sea tan facil dejar las puertas abiertas como acostumbran en esa parte de la ciudad.
Al llegar, me consultaron si prefería los orechioni pequeños, o los grandes. Opte por los segundos, a pesar de eso aparece un plato de los pequeños condimentado con aceite de oliva, rucula y cebolla.

Con gran esfuerzo, logro terminar este plato, pero faltaba más. Ahora llegaba el plato que había pedido al inicio: Los orechiette, pero solo podría probar uno.
Explica que los únicos ingredientes que usan para realizarlos, son agua y sémola, y que la diferencia entre chicos y grandes, es que a los grandes se les siente más el sabor a sémola.

Despues de terminar todo, me hacen notar que no había comido el puré y las verduras, por lo que probé un poco de cada uno.
Finalmente rechazo las frutas y el café que me ofrecen (raro en mi rechazar un café), y me preparo para despedirme. 
Cada integrante de la familia me despide muy calidamente con dos besos (como se acostumbra aca) y me invitan a pasar a visitarlos cuando quiera.
¿Habra sido por interes económico? Dificilmente ya que con lo que me cobraron seguramente apenas llegaban a cubrir poco más que las dos cervezas y la carne...

San Nicola di Bari




En Italia, es normal escuchar, que mientras más al sur se va, las ciudades son más sucias, la gente grita, la ropa se cuelga de las ventanas, los automovilistas no respetan a los peatones, etc. Por otro lado, el sur también es más atrasado y des industrializado. Pero comienzo a notar que también es la producción de materias primas, la agricultura, la ganadería; los interminables campos de plantaciones de olivo y viñedos, las buenas frutas y verduras que alimentan a toda Italia. El sur no solo es mugre, gritos, desorden, pobreza. Siento que tambien es gente  humilde, calida, abierta a conversar, y a ayudarte en cuanto pueda.

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