Ayacucho: La batalla final, 33 iglesias y un sendero "iluminado".
Viajar por carretera de Cusco a Lima, o viceversa puede resultar una actividad bastante tediosa producto de 1100 kilómetros que separan a ambas ciudades. Este problema moderno también lo tenían los españoles, que para solucionarlo decidieron fundar la ciudad de Ayacucho (En ese momento bajo el nombre de San Juan de la Frontera de Huamanga).
Nosotros afortunadamente no nos encontrábamos en aquella época de lentas carretas tiradas por caballos (o veloces para su época) y podíamos llegar a Lima en avión. Aunque ¿Para qué volar si existe un camino por tierra? ¿Para qué gastar si podíamos ahorrar? Es por eso que decidimos hacer uso de esta solución española y hacer una parada en la ciudad, para así ahorrarnos de perder horas de sol en viaje, recorrer durante el día y poder viajar por la noche.
Otros motivos hay para elegir pasar el día en Ayacucho. Es conocido por ser la zona donde el 9 de diciembre de 1824 se disputó la batalla en la cual el ejército libertador, liderado por el Mariscal Antonio José de Sucre, puso fin al dominio español en Sudamérica.
En la ciudad, la plaza de armas rinde homenaje al “Gran Mariscal de Ayacucho” con un monumento suyo en el centro. Y un santuario ubicado a 37 kilómetros conmemora la batalla y su logro. Lamentablemente por el poco tiempo que pasamos en Ayacucho, no pudimos visitar este último.
A pesar de ser el lugar de caída del Imperio español desde su fundación fue un centro de poder eclesiástico, y esto perduró hasta la actualidad. Tantos templos se realizaron en Ayacucho que se la conoce como la “ciudad de las iglesias”. Este era nuestro segundo motivo para visitarla. El paso por la ciudad, nos hizo que en pocas horas contemos al menos diez. Quedamos lejos del total, porque dicen que cuenta con treinta y tres templos. Aunque esto podría ser solo un intento romántico de asociarlo con la edad de muerte de Jesús, ya que la cantidad es un poco mayor a esta cifra.
El fervor religioso de la ciudad es tal que se la considera una de las ciudades del mundo donde más importante es el festejo de la Semana Santa, durando diez días la celebración.
Y cuando digo que el poder eclesiástico perduró hasta la actualidad, creo que es un fiel reflejo del fuerte legado Español, no solo en Ayacucho sino en todo el continente. Las celebraciones religiosas que se mezclan con rasgos de tradiciones precoloniales o incluso el caso inverso, son un claro ejemplo de esto. Y un ejemplo extremo es el de la adaptación del Apóstol y Santo, Santiago, quien en España durante el periodo de dominio Árabe Musulmán se adaptó su figura a Santiago Matamoros y luego llegará a América como Santiago Mata indios. El continente sería independizado y los españoles expulsados, pero llamativamente hasta el día de hoy, en países como Perú se sigue venerando a la figura de Santiago Mataindios, incluso en los ciudadanos y comunidades descendientes de indígenas.
Pero lamentablemente en las últimas décadas Ayacucho volvería a ser protagonista de la historia Peruana. En la ciudad de la definitiva independencia, en la década del 60 comenzaría a surgir un grupo que buscará a su modo volver a realizarla.
Será en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga donde bajo el liderazgo del profesor de filosofía Abimael Guzmán, luego conocido como Presidente Gonzalo, comenzó a surgir una organización llamada Partido Comunista Sendero Luminoso o simplemente Sendero Luminoso.
Este grupo empezó como una organización reducida a grupos intelectuales que buscaban realizar una revolución. En pleno auge de la revolución Cubana, y siguiendo las ideas de Mao Tse Tung en China, adopta una postura de llevarla a cabo mediante la lucha armada, y primero con apoyo del campesinado, comenzó a expandirse por el departamento de Ayacucho y posteriormente por todo Perú. Esto generaría que en la década de 1980 intensifiquen sus acciones, que hasta mediados de 1990 convertirían estos años en los más oscuros de la historia de Perú.
Las acciones de Sendero Luminoso y su enfrentamiento con las distintas fuerzas de seguridad del país dejaron un saldo de aproximadamente 70.000 personas muertas o desaparecidas. Perú quedó ceñido entre un grupo de métodos y acciones injustificables; y otro que intentando frenar al primero, en muchos casos no se quedó atrás con sus respuestas. Miles de inocentes se convirtieron en víctimas de ambos bandos, en una lucha a mi entender, con actos imposibles de avalar.
Poco sabía de Sendero Luminoso, y poco antes de viajar a Perú me enteraría su relación con esta ciudad. Este fue MI tercer motivo para conocer la ciudad, y así intentar buscar algo que hable sobre su triste pasado.
Pero como sucedió con el monumento a la batalla de independencia, el poco tiempo tampoco nos permitiría visitar el museo de la memoria, que rinde homenaje a las víctimas de este periodo. Las posibilidades de cumplir este tercer motivo de la visita a la ciudad se esfumaban.
Nos encontrábamos en la plaza de armas sacando las últimas fotos antes de comenzar a dirigirnos a la terminal cuando un hombre se acerca a hablarnos. Nos presentamos, decimos de dónde somos y el hombre nos comenta que estuvo en Argentina. La conversación empieza orientada en nuestra visita a la ciudad, luego varios temas se van encadenando y me cuenta sobre la Universidad de San Cristóbal, seguido de eso menciona a un profesor, al que durante toda la conversación llamo Gonzalo. Poco a poco la charla tomó un rumbo claro, ya que él claramente quería hablar de aquello que yo quería escuchar, y no solo eso, sino que vivió esa época, la vivió muy de cerca, participando, ya que fue y es un integrante de Sendero Luminoso.
Antes que lo diga ya me había quedado claro que pertenecia a la organización, y desde ese momento una extraña sensación comenzó a correr dentro de mí.
Me contó de todo lo que quería escuchar, obviamente desde su postura defendiendo a Sendero Luminoso, y casi glorificando a su líder Gonzalo. Habló de sus buenas intenciones y de lo cerca que estuvieron de la toma del poder, si no lo arrestaban a Gonzalo…
Mientras seguía contándome y yo preguntando, y hasta el día de hoy esa extraña sensación, difícil de explicar con palabras, quedó dentro de mí. Me encontraba en la encrucijada de escuchar su historia sabiendo que no sus métodos, pero si muchos de sus ideales puedo compartirlos, pero al mismo tiempo saber que no estaba escuchando la otra parte de aquello que sucedió e hicieron durante tantos años, y que nunca podría avalar. La conversación duró cerca de una hora, hasta que finalmente decidí buscar la forma de terminarla para ir a tomar el autobús.
Todavía en mi mente sigue la pregunta de ¿con quién hable?, ¿qué habrá hecho o cómo participo de ese periodo ese hombre que me encontré en una plaza? Muchas ideas buenas y malas vienen a mi mente, pero solo sabia que finalmente había encontrado aquello que buscaba. Y pude confirmar yo mismo que seguía existiendo. Quienes durante una década y media pusieron en jaque al gobierno de Perú seguían allí. Como el corazón delator del cuento de Edgard Allan Poe, algo en Ayacucho aunque sea débil o casi nadie lo sienta, seguía latiendo. Obtuve la historia y las respuestas que quería de la forma que no esperaba. Lo que sí espero es que esa historia sea parte del pasado, y no vuelva a ocurrir.
Me fui de Ayacucho pensando que todo parecería estar conectado y no estarlo a la vez. Esta ciudad enclavada en medio de Los Andes, muestra que quiere hablar, y que sus tierras tienen muchas historias que contar.
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